El hombre y el ejercicio paternal

En el Día del Hombre es bueno considerar la necesidad de tener buenos padres, comprometidos e implicados con la crianza de hijas e hijos. Foto: Bob Dmyt
Por Ana Patricia Cerón Guerrero. Psicóloga F. S.XXI. Especialista en Desarrollo Infantil.

En Colombia se conmemora el 19 de marzo el Día del Hombre, evocación con tinte religioso, que sin embargo, destaca el ejercicio paternal de José con su hijo adoptivo, Jesús; un ejemplo del compromiso que los hombres de nuestro país deben asumir y que históricamente la mayoría han abandonado.

Hace unos días leía un post en redes sociales que declaraba: “Si las mujeres son tan buenas, por qué en el mundo hay tanto…”, los lectores imaginarán la palabra.

La afirmación que mencionaba a la madre considerando su amor irrestricto, salvo algunas excepciones, claramente no menciona a una figura aparentemente secundaria, por lo general ausente: el padre, cuyo vacío afectivo  prácticamente normalizado, alcanza la escandalosa cifra de más del 50% en abandono de sus hijos.  Pero el mensaje también señala un grave problema: la formación de hombres violentos, antiéticos, inmorales, con los cuales muchas mujeres, niñas y niños se vinculan siendo afectados de distintas maneras.

¿Quién es responsable de la crianza?

La crianza de hombres, (haciendo énfasis en la conmemoración), que han escogido el camino de las violencias o de la delincuencia común o de cuello blanco, es responsabilidad de dos, porque fueron dos quienes procrearon; pero para infortunio de todos, solo una persona responde, usualmente la mujer, que cargó a su cría 9 meses en el vientre, y contra viento y marea, sometida a carencias, maltrato y muchas veces a condiciones indignas, saca adelante a su hijo en soledad.  Claro está, que la delincuencia y la corrupción ejercida por las élites, está relacionada, no tanto con el abandono, sino con la ostentación, el acaparamiento,  la acumulación de capital y la ambición de poder.

Efectos del abandono

Así lo haya dicho infinidad de veces, vale la pena recordar, que la ausencia del padre trae innumerables consecuencias para la vida del hijo, de la hija, y de la madre, en términos económicos, psicológicos y sociales, porque en esta condición de sobrecarga de responsabilidades a la mujer, sus hijos y ella,  son sometidos a penurias emocionales y económicas de toda índole, que afectarán sus vidas y limitará sus posibilidades de desarrollo.  Pero, adicionalmente, este abandono impacta de manera dramática a la sociedad que recibe las secuelas de este acto de desamor, expresadas en pobreza, vinculación a grupos delincuenciales, violencia, maltrato, adicción a las drogas, deserción escolar, enfermedades psiquiátricas y físicas, soledad, suicidio, resentimiento, repetición del abandono y formas aberrantes de relación con el otro.  Por supuesto,  hay algunos casos en los que esta tragedia no se ha dado, por una u otra razón.

Ahora bien, entendiendo los efectos dramáticos del desamparo del padre que sentimos en carne propia quienes trabajamos  con población vulnerable y vivimos en Colombia, comprendemos que se requiere considerar con seriedad el abordaje de esa actuación masculina  reiterada, con la intención de disminuir la huella social nociva  y los daños psicológicos que ocasiona el hombre en su prole por distintas razones como pueden ser: falta de un modelo paterno responsable, por inconciencia, desconocimiento o desamor.

La marca positiva o negativa, que deja el padre en la personalidad de niñas y niños, se encuentra claramente referenciada en el libro Manual Práctico para Ser Buen Padre, de mi autoría, que debería ser lectura obligada para hombres, mujeres y cuidadores, en perspectiva de entender el impacto que ocasiona la ausencia paterna, con el fin de no repetir y, en la medida de lo posible, reparar el daño causado.

Invitación

Entonces, el Día del Hombre, se constituye en un pretexto para invitar al género masculino, en su condición de padre,  a construir conciencia sobre las implicaciones personales y sociales del acto paternal, desde una mirada empática, amorosa, bondadosa, comprometida, orientando su quehacer a la corresponsabilidad en  la crianza, a la atención de las necesidades de hijas e hijos, reconociendo que el cumplimiento de los derechos de niñas, niños y mujeres, es inaplazable, y una obligación transversalizada  por la ética y la moral, si se quiere contribuir a cimentar una sociedad mejor, más equitativa, segura, justa  y digna para todos y todas, como debe ser.

El patriarcado tradicional formó a los hombres en la práctica violenta, en la desvalorización de la mujer, en el abandono, en la insana competencia, en la inequidad, pero la historia exige la reivindicación de esa figura masculina que debe ser educada en un modo de relación afectuosa, respetuosa, cuidadora, implicada y afectuosamente presente en la vida de niñas y niños, pero también de solidaridad con la mujer que tiene el derecho a sacar adelante alternativas de desarrollo personal y profesional.  Igualmente, demanda la adhesión de los hombres a los actos de cuidado en el marco del bien común y el buen trato, porque el varón, al igual que la mujer, está en capacidad de atender con criterio de calidad a los miembros de la familia que lo necesiten.

Para algunos hombres, por fortuna, esta manera de ver el mundo no riñe con el logro de sus objetivos, ni sienten que disminuye su masculinidad,  por el contrario, como seres evolucionados ejercen su tarea por convicción y amor por sus hijas e hijos decididamente, adelantando procesos exitosos de crianza compartida, pero la gran mayoría continúa resistiéndose al cambio de paradigma.

El Gobierno, por su parte, constituido en un alto porcentaje por hombres, elegidos para trabajar por mejorar la calidad de vida de toda la población, que debería ser modelo de atención, respeto de los derechos constitucionales, y cuidado de sus gobernados, hace una réplica exacta de la actuación del padre indolente,  con su abandono inmoral, descuido, negligencia, sordera de las necesidades sentidas, y desprecio por la vida, creando una situación insostenible para la mayoría, que es necesario cambiar para que no nos sumamos en un caos peor.

Por nuestra parte, en Fundación Sxxi continuamos insistiendo en educar al hombre y en construir con él una cultura democrática, en equidad, amorosa, bondadosa y sensible con niñas, niños y mujeres, porque estamos seguros que ese es el camino para que Colombia sea un país mejor.

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