Día de la Tierra 22 de abril Diez cosas que nos dice la Luna

Para dónde vamos con el planeta?

Madre solo hay una

Sxxi.net – UN. La Madre Tierra claramente nos pide que actuemos. Los océanos se llenan de plásticos y se vuelven más ácidos. El calor extremo, los incendios forestales, las inundaciones y otros eventos climáticos han afectado a millones de personas.

El cambio climático, los cambios provocados por el hombre en la naturaleza, así como los crímenes que perturban la biodiversidad, como la deforestación, el cambio de uso del suelo, la producción agrícola y ganadera intensiva o el creciente comercio ilegal de vida silvestre, pueden acelerar el ritmo de destrucción del planeta.

Este día de la Madre Tierra es el tercero que se celebra en el marco del Decenio de la ONU para la Restauración de Ecosistemas. Los ecosistemas sustentan todas las formas de vida de la Tierra. De la salud de nuestros ecosistemas depende directamente la salud de nuestro planeta y sus habitantes. Restaurar aquellos que están dañados ayudará a acabar con la pobreza, a combatir el cambio climático y prevenir una extinción masiva. Pero solo lo conseguiremos si todo el mundo pone de su parte.

La acción climática urgente puede garantizar un futuro habitable para todos IPCC (Press)
– Existen diversas opciones viables y eficaces para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y adaptarse al cambio climático provocado por el ser humano, las cuales están disponibles en la actualidad, según afirmaron los científicos en el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), publicado hoy.
“La incorporación de una acción climática eficaz y equitativa no solo reducirá las pérdidas y los
daños para la naturaleza y las personas, sino que también aportará mayores beneficios”, aseveró
Hoesung Lee, Presidente del IPCC. “En el Informe de síntesis, se destaca que urge tomar medidas
más ambiciosas y se demuestra que, si actuamos ahora, aún es posible garantizar un futuro
sostenible y habitable para todos”.
En 2018, el IPCC puso de relieve la escala sin precedentes del desafío que suponía limitar el
calentamiento a 1,5 °C. Cinco años después, el desafío es aún mayor debido al aumento constante
de las emisiones de gases de efecto invernadero. El ritmo y la escala de las medidas adoptadas
hasta el momento, así como de los planes actuales, son insuficientes para hacer frente al cambio
climático.
La quema de combustibles fósiles y el uso desigual e insostenible de la energía y las tierras
durante más de un siglo han provocado un calentamiento global de 1,1 °C por encima de los
niveles preindustriales. Como resultado, se han producido fenómenos meteorológicos extremos
más frecuentes y más intensos que han generado impactos cada vez más peligrosos en la
naturaleza y las personas en todas las regiones del mundo.
Cada aumento del calentamiento se traduce en peligros que se agravan rápidamente. Las olas de
calor de mayor intensidad, las lluvias más fuertes y otros fenómenos meteorológicos extremos
exacerban los riesgos para la salud humana y los ecosistemas. En todas las regiones, el calor
extremo está causando la muerte de personas. Se prevé que la inseguridad alimentaria y la
inseguridad hídrica asociadas al clima se incrementarán debido al aumento del calentamiento.
Cuando los riesgos se combinan con otros fenómenos adversos, como las pandemias o los conflictos, resulta aún más difícil controlarlos.

Las pérdidas y los daños en primer plano
En el informe, aprobado durante una reunión de una semana de duración celebrada en Interlaken,
se hace especial hincapié en las pérdidas y los daños que ya se han ocasionado y que continuarán
en el futuro, los cuales perjudican especialmente a las personas y los ecosistemas más
vulnerables. La adopción de las medidas adecuadas en la actualidad puede dar lugar a un cambio
transformador esencial para lograr un mundo sostenible y equitativo.
“La justicia climática es crucial porque quienes menos han contribuido al cambio climático se ven
afectados de forma desproporcionada”, explicó Aditi Mukherji, una de los 93 autores del Informe de
síntesis, el capítulo final del Sexto Informe de Evaluación del IPCC.
“Casi la mitad de la población mundial vive en regiones que son muy vulnerables al cambio
climático. En la última década, el número de víctimas mortales como consecuencia de
inundaciones, sequías y tormentas fue 15 veces más alto en las regiones muy vulnerables”, añadió
Mukherji.
En esta década, la acción acelerada para adaptarse al cambio climático es indispensable para
reducir la brecha entre las medidas de adaptación en vigor y las que se necesitan. Por otra parte, a
fin de limitar el calentamiento a 1,5 °C con respecto a los niveles preindustriales, es preciso lograr
reducciones drásticas, rápidas y sostenidas de las emisiones de gases de efecto invernadero en
todos los sectores. Las emisiones ya deberían haber disminuido y será necesario reducirlas casi a
la mitad de aquí a 2030, si se desea limitar el calentamiento a 1,5 °C.
Un claro camino por recorrer
La solución radica en el desarrollo resiliente al clima. Ello implica integrar las medidas de
adaptación al cambio climático con acciones orientadas a reducir o evitar las emisiones de gases
de efecto invernadero, de manera tal que aporten mayores beneficios.
Por ejemplo, el acceso a las energías y las tecnologías limpias mejora la salud, especialmente en
el caso de las mujeres y los niños; la electrificación con bajas emisiones de carbono, los
desplazamientos a pie y en bicicleta y el transporte público mejoran la calidad del aire, la salud y
las oportunidades de empleo, a la vez que fomentan la equidad. Los beneficios económicos para la
salud humana derivados solo de la mejora de la calidad del aire serían aproximadamente iguales, o
quizás incluso superiores, a los costos que implican reducir o evitar las emisiones.
El desarrollo resiliente al clima se torna cada vez más difícil con cada aumento del calentamiento.
Por este motivo, las decisiones que se tomen en los próximos años serán fundamentales para
determinar nuestro futuro y el de las generaciones venideras.
Para que esas decisiones resulten eficaces, deben estar basadas en nuestros diversos valores,
opiniones y conocimientos, incluidos los conocimientos científicos, indígenas y locales. Este
enfoque facilitará el desarrollo resiliente al clima y generará soluciones adecuadas a nivel local y
aceptables desde una perspectiva social.
“Los mayores avances en materia de bienestar podrían lograrse al priorizar la reducción de los
riesgos climáticos en las comunidades marginadas y de bajos ingresos, incluidas las personas que
viven en asentamientos informales”, expresó Christopher Trisos, uno de los autores del informe. “La
acción climática acelerada solo se concretará si se aumenta considerablemente la financiación. La
financiación insuficiente y asignada incorrectamente frena el avance”.

La facilitación de un desarrollo sostenible
Existe suficiente capital en el mundo para disminuir rápidamente las emisiones de gases de efecto
invernadero si se reducen los obstáculos existentes. Para lograr los objetivos climáticos a escala
global, es importante aumentar la financiación destinada a las inversiones en la esfera del clima.
Los gobiernos, mediante la financiación pública y unas señales claras a los inversionistas, son
fundamentales a la hora de reducir estos obstáculos. Los inversionistas, los bancos centrales y los
reguladores financieros también pueden aportar su contribución en este sentido.
Existen medidas de política de eficacia comprobada que pueden ayudar a lograr una reducción
drástica de las emisiones y a impulsar la resiliencia al clima si se amplían y se aplican de manera
más generalizada. El compromiso político, las políticas coordinadas, la cooperación internacional,
la administración de los ecosistemas y la gobernanza inclusiva revisten importancia para propiciar
la acción climática eficaz y equitativa.
Si se comparten las tecnologías, los conocimientos especializados y las medidas de política
adecuadas, y se aporta de inmediato la financiación suficiente, cada comunidad puede reducir o
evitar el consumo con altas emisiones de carbono. Al mismo tiempo, mediante una inversión
considerable en las medidas de adaptación, es posible evitar los crecientes riesgos, especialmente
en el caso de los grupos y las regiones vulnerables.
El clima, los ecosistemas y la sociedad están interconectados. La conservación eficaz y equitativa
de entre el 30 % y el 50 %, aproximadamente, de los recursos terrestres, marinos y de agua dulce
de la Tierra ayudará a garantizar la salud del planeta. Las zonas urbanas ofrecen una oportunidad
a escala global para fomentar una acción climática ambiciosa que contribuya al desarrollo
sostenible.
A través de los cambios en el sector alimentario, la electricidad, el transporte, la industria, los
edificios y el uso de la tierra, se pueden reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Al
mismo tiempo, estos cambios pueden ayudar a las personas a llevar un estilo de vida con bajas
emisiones de carbono, lo cual también promoverá la mejora de la salud y el bienestar. Con un
mayor conocimiento de las consecuencias del consumo excesivo, las personas pueden tomar
decisiones mejor fundamentadas.
“Es más probable que los cambios transformadores prosperen cuando existe confianza, cuando
todos colaboran para priorizar la reducción de los riesgos, y cuando los beneficios y las cargas se
comparten de forma equitativa”, sostuvo Lee. “Vivimos en un mundo diverso en el que cada
persona tiene diferentes responsabilidades y distintas oportunidades para generar cambios.
Algunas personas pueden realizar una gran contribución, mientras que otras necesitarán apoyo
para gestionar el cambio”.

Estudiando la Lunas conocemos la Tierra www.science.nasa.gov

En la vasta expansión de nuestro sistema solar hay un lugar que, de cierto modo, conocemos incluso mejor que algunas partes de la Tierra. Es una roca que gira y que siempre está presente en nuestras vidas: nuestro satélite natural, la Luna.

En todo el mundo, las personas han hallado maneras de apropiarse de la Luna. Los chinos cuentan historias sobre Chang’e, diosa de la Luna. Los antiguos egipcios tenían el dios de la Luna, Khonsu, protector de quienes viajaban por las noches. Los antiguos griegos tenían a la diosa de la Luna, Selene, de quien se decía que conducía un carro a través del cielo nocturno.

Nuestras historias no solamente nos han ayudado a darle sentido a la Luna, sino que también nuestro satélite nos ha brindado información para comprender mejor a la Tierra. De modo que aquí presentamos diez cosas que aprendimos sobre la Tierra estudiando a nuestra vecina más cercana.

Aquí, un protoplaneta del tamaño de Marte golpea la protoTierra en un ángulo de 45 grados aproximadamente a la velocidad de escape de ambos mundos. Se descubrió que las partículas “rojas” escapaban del sistema Tierra-Luna. Parte de estos escombros puede llegar finalmente a golpear otros cuerpos del sistema solar, como los asteroides de gran tamaño del cinturón principal. Las partículas “verde-amarillentas” ingresan al disco que forma la Luna. Las partículas “azules” se vieron aumentadas por la protoTierra. Crédito: Robin Canup / Southwest Research Institute (Instituto de Investigaciones del Suroeste).

Robin Canup/Southwest Research Institute.

1. La composición de una Tierra recién nacida

La Luna no está hecha de queso; ¡está compuesta por remanentes de una Tierra bebé!

Los científicos creen que un objeto del tamaño de Marte colisionó con la Tierra hace 4.500 millones de años. La fuerza de esta colisión fue tan impresionante que desprendió materiales de la Tierra y del objeto con el que colisionó y los envió hacia el espacio. Parte de estos escombros se juntó para formar la Luna.

La Luna no solo se formó principalmente con materiales de la Tierra, sino que probablemente una gran cantidad de escombros de la Tierra aterrizaron en la Luna en el período posterior a su formación. Podría haber más indicios sobre la composición de la Tierra primordial ocultos entre las capas de polvo lunar.

El cráter Mendeleev de la Luna (llamado así por Dimitri Mendeleev, el inventor de la tabla periódica de los elementos) mide alrededor de 313 kilómetros (195 millas) de diámetro. Contiene una cadena de cráteres llamados Catena Mendeleev. Crédito: NASA/GSFC/Arizona State University (Universidad Estatal de Arizona)

NASA/GSFC/Arizona State University

2. La “cápsula del tiempo” de la Tierra en la Luna

La cara de la Luna conserva casi cada cráter de su historia. La Tierra, con su superficie constantemente agitada y remodelada por las placas tectónicas, la erosión y otros elementos, difícilmente puede decir lo mismo. Pero, debido a la cercanía de la Luna con la Tierra, podemos observar la inmutable superficie lunar para descubrir el pasado de la Tierra. Se cree que la mayoría de los cráteres de la Luna se formaron hace alrededor de cuatro mil millones de años, durante un período denominado Bombardeo Intenso Tardío. Durante esa época, creemos que una enorme cantidad de asteroides y otros objetos azotaron la Luna, nuestro planeta y otros planetas. Al estudiar los cráteres lunares junto con las rocas que los astronautas de la misión Apolo trajeron de vuelta hace décadas, tenemos una mejor idea de lo que sucedió con nuestro planeta durante y después de ese período turbulento.

Una muestra lunar que trajeron los astronautas de la misión Apolo 14 puede contener algunos elementos que componían la Tierra hace alrededor de 4.000 millones de años. Crédito: NASA

3. La Tierra intercambia meteoritos “coleccionables” con la Luna

En vez de jugar a las cartas, creemos que la Tierra y la Luna intercambian meteoritos. Nuestros estudios de la Luna nos han enseñado cómo los meteoritos eyectados desde su superficie durante los impactos de asteroides podrían haber caído a la Tierra, donde los han hallado los científicos.

Estas muestras de la Luna provienen de todas las áreas de la superficie lunar, incluso del lado lejano de la Luna, que no podemos ver desde la Tierra. A pesar de que hay menos evidencia de elementos que migran desde la Tierra hacia la Luna, los científicos piensan que es posible que esto suceda. Un estudio basado en modelos hechos por computadora sugiere incluso que podría haber aproximadamente unos 18.000 kilogramos (40.000 libras) de rocas terrestres por cada 100 kilómetros cuadrados en la Luna.

Concepto de artista del bombardeo intenso que tuvo lugar en los inicios de la Tierra. Crédito: NASA’s Goddard Space Flight Center Conceptual Image Lab (Laboratorio de imágenes conceptuales del Centro de vuelo espacial Goddard la NASA)

NASA’s Goddard Space Flight Center Conceptual Image Lab

4. Posibles indicios de cómo comenzó la vida en la Tierra

Si es cierto que la Tierra está intercambiando meteoritos con su satélite, estas reliquias únicas podrían contarnos más sobre las condiciones en la Tierra que llevaron a la aparición de la vida.

Algunos científicos han sugerido que podrían haber existido microorganismos en la Luna, los cuales posiblemente llegaron hasta allí transportados por meteoritos desde la Tierra. Otros también han propuesto examinar el suelo lunar en busca de elementos de la Tierra, incluido el nitrógeno o el oxígeno, lo que podría llenar los vacíos en el conocimiento de cosas como el desarrollo de la atmósfera de la Tierra.

Incluso se sugiere que los mismos materiales que trajeron la vida a la Tierra podrían estar conservados en la lava lunar.

Vista nocturna del volcán Kilauea, en Hawái. Es uno de los volcanes más activos de la Tierra. Un grupo dirigido por la NASA está estudiando los volcanes de Hawái desde el aire, el suelo y el espacio para entender mejor los procesos volcánicos y sus peligros. Crédito: NASA

NASA

5. Los volcanes de la Tierra son una “fuente de la juventud”

A pesar de que la Tierra y la Luna se formaron casi al mismo tiempo, la superficie de la Tierra se ve más joven. ¿Cuál es el secreto de la piel de nuestro planeta? Los volcanes.

La tectónica de placas y los puntos calientes ayudan continuamente a la Tierra a expulsar rocas, cenizas y gases de su interior. Parte de este material se asienta, renovando así la superficie de la Tierra y manteniendo su brillo juvenil.

La Luna tiene mares lunares, llanuras de rocas volcánicas que sugieren la presencia de volcanes activos en el pasado. Los descubrimientos que realizó el Orbitador de Reconocimiento Lunar (Lunar Reconaissance Orbiter, en inglés) de la misión Discoveries (Descubrimientos, en español) de la NASA, indican que la Luna podría haber tenido flujos volcánicos hasta hace apenas decenas de millones de años, durante la era de los dinosaurios de la Tierra.

Como la evidencia de actividad volcánica lunar ha sido tan bien preservada, podemos estudiar cómo cambió con el tiempo, y bajo diferentes condiciones, para entender mejor los procesos volcánicos en la Tierra.

Visualización del campo magnético terrestre.

Una visualización simple de la magnetosfera de la Tierra. Crédito: NASA’s Scientific Visualization Studio (Estudio de Visualización Científica de la NASA, en español) / JPL NAIF

NASA’s Scientific Visualization Studio / JPL NAIF

6. La Luna puede ayudar a reforzar el escudo de la Tierra

El campo magnético de la Tierra es nuestro escudo. Constantemente nos protege del dañino viento solar o las partículas de rayos cósmicos. Este importante amortiguador se genera por el movimiento rápido de hierro y níquel en estado líquido en el núcleo externo de la Tierra.

Una de las cosas que hace que este océano de metal derretido se mueva es la gravedad de la Luna. Investigaciones recientes sugieren que la gravedad de la Luna tira de la capa del manto de la Tierra (que se encuentra en la parte superior del núcleo externo). Esto causa que el núcleo externo líquido salpique y ayude a generar la energía que se necesita para mantener nuestro campo magnético.

Cuatro sismos en la Luna (en negro) comparados con un terremoto en la Tierra (en rojo). Crédito: NASA/Centro Marshall de vuelos espaciales/Renee Weber

NASA/Marshall Space Flight Center/Renee Weber

7. Los terremotos en la Tierra son nada comparados con los de la Luna

Los terremotos en la Tierra generalmente duran apenas medio minuto. En contraste, los sismos lunares (o “lunamotos”) superficiales, un tipo de vibración de la Luna que se origina aproximadamente de 19 a 30 kilómetros (12 a 19 millas) debajo de la superficie, pueden durar como mínimo 10 minutos. La causa de estos temblores raros no está clara, pero sí destacan una de las razones por las cuales el agua líquida es crítica en la Tierra: ayuda a dispersar la energía, amortiguando así las vibraciones de los terremotos. El estudio de los “lunamotos” nos puede ayudar a entender cómo podría haber sido la actividad sísmica en la Tierra durante la época en la cual había menos agua líquida en la superficie, como ocurrió durante las principales eras de hielo o durante los inicios de la Tierra, cuando la superficie estaba demasiado caliente como para conservar el estado líquido de los océanos.

La Luna por encima de la Tierra tal como se la observa desde la Estación Espacial Internacional. La troposfera, de color anaranjado, es la porción más baja y más densa de la atmósfera de la Tierra. La troposfera termina abruptamente en la tropopausa, que aparece en la imagen como el límite nítido entre la atmósfera, de color anaranjado y azul. Las nubes noctilucentes de color azulado y plateado se extienden mucho más arriba de la troposfera de la Tierra. Crédito: NASA

NASA

8. Espejito, espejito, en la Luna

Cada planeta o luna en nuestro sistema solar se puede medir por su albedo, o la cantidad de luz que refleja. Imaginémoslo como un nivel de brillo: un cuerpo más brillante tendrá un albedo mayor, mientras que el albedo de un cuerpo más tenue será más bajo.

En la Tierra es especialmente importante medir el albedo porque esto puede ayudar a rastrear los cambios en nuestro clima tomando como base la cantidad de luz solar que absorbe la Tierra.

La Luna nos puede realmente ayudar a medir esta propiedad clave. ¿Alguna vez notaste que cuando hay luna creciente casi no se puede ver el resto de la cara de la Luna? Esta porción más imperceptible de la cara lunar está iluminada por la luz solar que rebota desde la Tierra, lo que se denomina el brillo de la Tierra.

Al medir este brillo de la Luna, los científicos pueden estimar con precisión cuánto brilla la Tierra misma, e incluso de la composición de la atmósfera de la Tierra.

La estrella de mar de color ocre ayuda a la diversidad específica en zonas de marea baja ya que se alimenta de mejillones que podrían invadir otro tipo de vida marina. Crédito: Fundación Nacional de Ciencia / Genny Anderson, Santa Barbara City College

National Science Foundation / Genny Anderson, Santa Barbara City College

9. La Luna hace que sea posible nuestra existencia…

¡Debemos agradecer a la Luna por la manera en que vivimos!

La distintiva inclinación de 23,5 grados de la Tierra en su eje se debe a que la Luna la mantiene bajo control. El ángulo de 23,5 grados garantiza que nuestro planeta es seguro para vivir, ya que una inclinación más exagerada causaría estaciones más extremas.

Sin la gravedad de la Luna, la Tierra se tambalearía más violentamente sobre su eje, alterando así drásticamente el clima. Además de mantener la estabilidad del clima, la Luna marca el ritmo de la Tierra (las subidas y las bajadas de las mareas), lo que afecta la variedad de maneras en que usamos el océano para alimentarnos, viajar y recrearnos. Medir precisamente la masa, el tamaño y las propiedades orbitales de la Luna es esencial para predecir estos ritmos de las mareas y las estaciones.

La Tierra y su luna están bellamente enmarcadas en esta imagen tomada desde la ventana de popa del transbordador espacial Discovery, en 1998. Crédito: NASA

NASA

10. …Y sin embargo, la estamos empujando

Como la Tierra y la Luna interactúan a través de las mareas, nuestro planeta en realidad está empujando a su satélite alrededor de 3,81 centímetros (1,5 pulgadas) al año; aproximadamente a la misma velocidad a la que crecen las uñas. Y esta es la explicación: el lado de la Tierra que mira hacia la Luna es arrastrado por la gravedad de la Luna, creando así lo que los científicos denominan un abultamiento de marea, o protuberancia de agua oceánica que se levanta y es atraída hacia la Luna. Como la Tierra rota sobre su eje más rápidamente que lo que la orbita la Luna, la mayor gravedad del abultamiento de la Tierra trata de acelerar la rotación de la Luna. Mientras tanto, la Luna está tirando de la Tierra y frenando la rotación del planeta. La fricción que se produce como resultado de este “tira y afloja” fuerza a la Luna hacia una órbita más ancha. Es extremadamente importante estudiar estas interacciones entre las mareas y las órbitas para entender los posibles efectos sobre el clima de la Tierra.