Porque te quiero te…

El maltrato no solo afecta a la pareja, también a la familia y la sociedad . Foto: Enrique-Meseguer
Por Ana Patricia Cerón Guerrero. Psicóloga. Especialista en Desarrollo Infantil

La violencia entre personas jóvenes ligadas afectivamente, es común en nuestros días. Este fenómeno social está conformado por una serie de actuaciones aprendidas, generalmente provenientes de la familia, pues quien crece con violencia al interior de su hogar, tiene una alta probabilidad de reproducirla en sus relaciones de pareja.

¿Cómo se expresa la violencia?

Es toda manifestación deliberada o consciente, de tipo físico, psicológico o sexual, tendiente a ocasionar daño en la víctima: insultos, golpes, dejar marcas en el cuerpo del otro, humillaciones en público, acoso en las redes sociales, por parte del perpetrador(a) y/o de sus amigos(as), culpabilizar al otro de las peleas de pareja; actos de manipulación; amenazas de involucrarse en otra relación, generando sufrimiento; amenazas de muerte o de daño a sí mismo, son algunas de las expresiones más comunes de violencia entre jóvenes parejas.

Investigaciones en el tema han encontrado, que cuando se presenta violencia en las relaciones de noviazgo, entre jóvenes y adolescentes, existe una alta probabilidad (por lo menos el 50%) de que también se presente en el primer año y medio de convivencia. De ahí que, abordar el problema desde la fase inicial, al interior de la familia, previniendo comportamientos violentos entre sus miembros, ayudaría a disminuir notoriamente el impacto de las consecuencias sociales derivadas del problema, lo que evitaría correr con los altos costos personales, sociales y económicos, en que incurre la población colombiana a causa de esta problemática.

Nuevas miradas

Por otra parte, los estudios sobre violencia, generalmente se han centrado en las relaciones maltratadoras contra la mujer, pero los hallazgos científicos indican que al menos, en la relación de noviazgo, el porcentaje de violencia es similar entre hombres y mujeres, y en algunos casos, la violencia contra los hombres adolescentes y jóvenes, supera los índices de violencia contra las mujeres jóvenes. Así mismo, se ha encontrado, que la violencia entre novios llega a ser mayor a la que ocurre entre personas casadas o convivientes, aunque se manifieste con menor intensidad.

Los científicos identificaron un dato alarmante en relación con este tipo de relaciones, en el sentido de que los comportamientos violentos, no son percibidos por parte de la víctima y del agresor, como lo que realmente son: actos dañinos tendientes a herir o destruir al otro, sino como muestras de amor e interés por la pareja, lo que legitima el dicho popular ´Porque te quiero te aporrio´, conclusión por demás elocuente, respecto a los valores que se están construyendo en la personalidad juvenil; la baja autoestima que permite todo tipo de abusos sin imponer límites, y el escaso empoderamiento de esta población respecto al derecho a ser tratado dignamente.

Pero la ciencia ha hecho otros descubrimientos importantes respecto a la secuencia de la violencia en las relaciones de noviazgo. Por lo general, primero se presenta violencia psicológica, y esta da paso a la violencia física, u ocurren al tiempo. Una relación basada en estas prácticas violentas las mantiene mientras dure la relación.

Conclusiones

-Hombres y mujeres de todas las edades somos portadores de derechos y deberes; conocerlos y hacerlos respetar desde temprana edad, es un requisito fundamental si queremos conformar relaciones emocionales democráticas centradas en el reconocimiento de la dignidad humana y la valoración del otro.

-La familia es la instancia social que determina, en un alto porcentaje, el tipo de persona que seremos, pero ese desarrollo tan importante en la vida de los seres humanos, tiene su asiento en la calidad de relaciones que se construyen con los hijos, ojalá privilegiando el ejercicio y cumplimiento de los derechos humanos por entre todas las cosas.

-Quien maltrata no ama, pues el amor se manifiesta en actos de bondad, aprecio, reconocimiento y valoración del otro, máxime si es la persona con quien se está construyendo una historia afectiva. En tal sentido, escoger a una persona maltratadora para relacionarnos afectivamente nos condena a ser víctimas de maltrato, más temprano que tarde.

– Conociendo – gracias a la ciencia – las raíces del problema, es vital desarrollar una iniciativa orientada a consolidar en nuestros niños y niñas, un sistema de valores firme que los proteja de la influencia dañina de otros y les permita actuar con criterio frente a acciones de maltrato contra ellos y ellas.

-El maltrato no es solo un problema de pareja, sino un problema social, que afecta de manera dramática a las personas, razón por la cual, todos tenemos el deber de denunciarlo ante las autoridades competentes, sin importar si somos familiares o no, de los afectados.

-El sistema educativo colombiano debería centrarse en formar habilidades para la vida, que permitan a niños y niñas interactuar de manera asertiva en relación con el mundo de las personas, de las emociones y de los afectos. Si ponemos la ciencia y la ética al servicio de los seres humanos, seguramente ganaremos más como sociedad, que bombardeando a los estudiantes con gran cantidad de contenidos difícilmente aplicables en la vida práctica, para que sea posible cambiar el ´aporrio´por el respeto.

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