Homenaje afectuoso

Por Ana Patricia Cerón Guerrero. Psicóloga. Especialista en Desarrollo Infantil.

Conocí a este maravilloso ser humano cuando buscaba un curso de inglés para mi hijo, queriendo brindarle un proceso de aprendizaje, que fuera agradable y efectivo. Después de visitar innumerables centros que ofrecían el servicio; de descartar propuestas que me amarraban a pagar contratos millonarios, con muchas promesas y pocas garantías, lo  encontré.  Todo ocurrió por esas bellas casualidades de la vida que te llevan justo donde debes estar y con quien corresponde.

¿Cómo comenzó?

La historia inició con la visita inesperada de una amiga, quien después de escuchar sobre mi búsqueda infructuosa, me  comentó que su vecino era un buen profesor de inglés. Animada le di mi número para que me contactara, y así lo hizo al día siguiente.

-Señora, habla con Héctor Jiménez, el profesor de inglés-, me dijo. Después de agradecer su oportuna llamada, le hablé sobre mi experiencia buscando ese curso ideal; sobre lo mal que veía la enseñanza del inglés en Colombia; de las innumerables veces que traté de estudiarlo sin conseguirlo, desertando de cada proceso cada vez con más decepción, cosa que no quería para mi hijo.  Él, como especialista en el tema, se mostró sorprendido de que alguien coincidiera de tal manera con su versión de la enseñanza del idioma en el país.  Luego de más de una hora de conversación, hablamos de metodología, precio, horario, y acordamos empezar al día siguiente.

La primera impresión

Llegó muy puntual, cualidad muy arraigada en él, en una bonita camioneta color rojo oscuro. Era alto, de unos 69 años, fornido, elegante, un caballero de muy buenas maneras; ex asesor del Ministerio de Educación y de McGraw Hill para Latinoamérica, entre tantos títulos que lo adornaban. Nos caímos bien de inmediato, le ofrecí un café, conoció a su alumno y empezó su clase.

¡Qué manera de enseñar!

Desde el principio me encantó su trato respetuoso, su desempeño profesional, su sabiduría para enseñar, la  metodología que utilizaba: activa, lúdica, con gran riqueza de ejercicios y materiales, muy creativo y recursivo.  De ahí en adelante, me ubicaba a cierta distancia, tratando de no perderme la clase, porque nunca había tenido una experiencia de enseñanza del idioma tan extraordinaria y enriquecedora; tanto así, que al mes le dije a mi esposo con determinación: -voy a estudiar inglés. Si usted quiere acompáñeme-, y el accedió.  Así que, hablamos con el profe, y empezamos a estudiar dos horas diarias, antes o después de nuestro hijo.

El resultado

En poco tiempo aprendí más que en ningún curso de inglés; mi hijo, de la misma manera; pero además, empezamos a construir una amistad sin igual.  Era bello recibirlo todos los días, divertirnos y aprender con él; nos sentíamos en familia, o más que eso, porque con la familia a veces se viven conflictos insuperables y hasta relaciones patológicas, lo que no nos ocurrió.

El viaje

Terminada su carrera, mi hijo quiso viajar al exterior y el profesor aseguró: -¡está listo!-, y no se equivocó.  Las enseñanzas del profe Héctor Jiménez Gallego, sirvieron para que se desenvolviera muy bien en un país de habla inglesa, desde el principio, y ha sido una fortaleza en el proceso de alcanzar los objetivos que se propuso al viajar a ese lugar, porque superó una de las grandes barreras que tienen los latinos cuando viajan al exterior: el manejo del idioma.

La salud de nuestro profesor

Fue una limitante en el proceso que llevábamos; ya era difícil que viniera, también desplazarnos por cuestión de nuestro exigente trabajo.  Intentamos llevar a cabo una enseñanza virtual y también se complicó, la pandemia hizo lo suyo y debimos desistir. 

Pero ya las bases estaban dadas, lo fundamental estaba comprendido; el gran maestro lo había logrado, con constancia, esfuerzo, dedicación y absoluta calidez.  Así que, de ahí en adelante, cada uno por su cuenta, en los tiempos que podíamos, continuamos el estudio del idioma con propiedad y seguridad.

¿Qué pasó con nuestra amistad?

No obstante, a pesar de la distancia, nuestra amistad continuó.  Mutuamente nos llamábamos, y algunas veces, lo visitamos.  Pero una enfermedad penosa acechaba a nuestro buen amigo, y como ocurre con el afecto, que nos une con lazos invisibles, fuimos a saludarlo por última vez.

La despedida

Estaba en su cama intranquilo, somnoliento.  Su esposa, la señora Aydé, le informó que habíamos llegado, y él con esfuerzo, trató de abrir los ojos. Tomé su mano entre las mías, apretó con fuerza, como dándome ánimo; luego, besó mi mano respetuosamente, y en un gesto afectuoso me entregó su corazón. Él con su bondad infinita también se había llevado el mío hace tiempo.

Por mi parte, le dije cuánto lo quería, le agradecí su dedicación, su paciencia, su maravillosa maestría para enseñar el inglés, su esfuerzo, su cariño.  Le conté con emoción que había hablado con una nativa del idioma y no tuve problema al conversar con ella, a lo que respondió con una sonrisa, señalándome con el dedo arriba como muestra de aprobación.

El adiós

Pero la enfermedad obtuvo su victoria, y el día 24 de octubre del 2021, a las 4 de la mañana, mi profe querido, el mejor maestro que he tenido, se fue. Pido a Dios que lo reciba con gran amor, como lo merece, por el  maravilloso hombre que fue, y le dé un lugar de privilegio en ese mundo nuevo y bueno que nos prometió.

Con lágrimas  escribo este sencillo homenaje póstumo a Héctor Jiménez, amigo entrañable, gran profesor y familia, a quien en vida pude darle afecto, respeto y admiración. Jamás voy a encontrar un maestro como él.

“Un buen maestro puede crear esperanza, encender la imaginación e inspirar amor por el aprendizaje” Brad Henry.

En el mes de mayo del 2021, en Converso con Darío, logramos esta histórica entrevista. Invitamos a nuestros lectores a verla para conocer sobre la vida del maestro.

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