Fin de nuestra civilización: ¿cuándo, cómo y por qué?

 

Sxxi.net – Cambio El experto Max Henríquez analiza las causas del declive ambiental, económico, político y económico que se vive en el mundo.

 Por: Max Henriquez Daza

El mundo va mal. Muchos filósofos anuncian un colapso general del sistema. El cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales (especialmente las materias primas energéticas), las crecientes catástrofes naturales, la sexta extinción masiva de animales y vegetales en curso, la contaminación creciente de aire-agua-suelos, el riesgo de nuevas pandemias como la del covid-19, el progreso y crecimiento económico infinito que no es más que un acelerado ejercicio de destrucción de la naturaleza, las tensiones geopolíticas que nos tienen en ascuas ante una posible guerra nuclear y un largo etcétera que se mezclan en un explosivo coctel, han generado un desencanto y pesimismo generalizado ante la preservación de la existencia de la vida en el planeta que vivimos. Los colapsólogos apocalípticos argumentan que eso va a suceder. Otros estiman que la tecnología puede salvarnos del fin, pero es cierto que estamos en peligro inminente de crisis sistémica como civilización.

No es la primera vez que suceden estas brutales perturbaciones civilizacionales. Eric Cline, historiador y arqueólogo norteamericano, autor del libro 1.117a.c., elañoenquelacivilizaciónsederrumbó, dijo recientemente que el tema no es si va a suceder el colapso, sino cuándo. En ese libro relata que los denominados “pueblos del mar”, unos invasores de origen desconocido, destruyeron Egipto justo cuando estaban desapareciendo grandes civilizaciones de la edad de bronce (egipcios, hititas, griegos, micenios, troyanos, asirios) debido a invasiones,Por: Max Henriquez Daza revueltas, terremotos y otros desastres naturales, pero principalmente porque se desplomó el sistema que imperaba en ese mundo que había logrado un amplio grado de globalización, en ese entonces. Ahí se inició la primera ‘edad oscura’ que eliminó o afectó negativamente a todas las civilizaciones del Mediterráneo y del oriente próximo, incluida la griega, que, a diferencia de las otras, logró sobrevivir de las cenizas y emerger con ciudades estado (las polis). Hay quienes consideran que, en esa época, antes que colapso, hubo desaceleración (como lo había propuesto la ministra Irene Vélez, a la que la consideraron loca por su declaración).

Hoy estamos ante una nueva encrucijada que ya el Club de Roma, en 1970, al inicio de la actual globalización, había advertido en su reporte Meadows sobre los límites del crecimiento, anunciando que el colapso llegaría en la primera mitad del siglo actual. Claro, nadie le paró bolas, hasta cuando Jared Diamond publicó en 2006 su libro Colapso, donde define colapso como “el drástico descenso del tamaño de la población humana y/o la complejidad política, económica y social a lo largo de un territorio considerable y durante un período de tiempo prolongado”. 

Es tan real el colapso como que en el pasado sociedades como la Maya en América Central; la Moche y Tiahuanaco en Suramérica; la griega micénica y la Creta minoica en Europa; la del gran Zimbabwe y Meroe en Africa; la de Angkor Vat; y las ciudades Harappa, de Asia, y la de la isla de Pascua fueron víctimas de declives absolutos. La causa de que estas sociedades poderosas terminaran derrumbándose, la provocaron, tal vez sin premeditación, la destrucción de los recursos naturales, como un suicidio ecológico o ecocidio por las tasas de deforestación, la erosión y salinización de los suelos por mala gestión del agua, la pesca y caza excesiva, las especies invasoras, el crecimiento demográfico y su impacto en el ambiente.

El colombo-francés Pablo Servigne, doctor en ciencias de la Universidad Libre de Bruselas, afirma que nuestra generación es la generación del colapso que ya está en curso y que es imparable, porque los sistemas políticos y económicos no quieren ni pueden cambiar. Otros filósofos como Enzo Lesourt, autor de SobreviviralAntropoceno, plantean que hay que encontrar soluciones para un cambio de paradigma, sin renunciar a nuestro modo de vida, pero que de todas maneras antes o después llegará lo peor. Por su parte, Francois Partant, se refiere al fin de un mito debido al fallo durante décadas de un desarrollo que ha sido excluyente e insostenible, que ahora se convierte en un boomerang. La descomposición de la globalización y el caos como el que ahora vivimos, incentivados por Donald Trump y sus aranceles, llevará al fin a ese proceso económico global injusto y será la fracción mayoritaria de la población mundial empobrecida y marginalizada por la evolución tecno-económica, la que se organizará para darle forma al nuevo mundo y a la nueva civilización, que emergerá de las ruinas de la anterior, como hicieron los griegos.

Conocer el reloj del apocalipsis de la civilización sería lo ideal. Esa hora la sitúan alrededor de 2030, y otros hacia 2050. Los miembros del Boletín de los Científicos Atomistas (BAS), un organismo creado en 1947 con base en la Universidad de Chicago, integrado por varios premios Nobel, que integra y revisa anualmente todos los parámetros que mencioné anteriormente como causales del colapso, anuncia que año tras año nos acercamos a la hora fatídica. Lo que no contemplan estos analistas es que no es solo el ser humano el que está propiciando la crisis climática, sino tambien hay unas causas naturales que ya he explicado en artículos anteriores, que están coadyuvando y acelerando el fin, sumado al efecto dominó que ha tomado partida con las medidas de Trump, el presidente de Estados Unidos.

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