Una mirada distinta al problema real
Por: Ana Patricia Cerón Guerrero – Psicóloga E-mail: patyceron@hotmail.com
El padreausentismo lo podríamos definir como la ausencia del padre en la crianza de hijas e hijos, que conlleva al incumplimiento por parte del hombre, de obligaciones socialmente establecidas, a la violación de derechos constitucionales y de la carta fundamental de los derechos del niño. El costo social de este extravío acarrea graves problemas a la familia y a la sociedad.
La verdad no conozco una sola mujer que se sienta feliz porque un hombre la abandone cuando sabe que esperan un hijo, tampoco regocija tener al lado un hombre que no asume de manera ética, amorosa y comprometida su rol paternal. Por supuesto, ese no es el caso de mujeres que desean tener una familia monoparental y optan por buscar un donante.
En general, el deseo de la madre es sentir la compañía del padre desde el momento mismo de la gestación y en el proceso de crianza, ya sea que convivan o no. Y es que no son pocas las cosas que ocurren en la psique y en el cuerpo de la mujer en el embarazo, además de las exigencias materiales que esto implica. Tampoco es fácil para el bebé adaptarse a los requerimientos del mundo del cual recibe constantemente estimulación, aún desde el vientre. Adicionalmente, la crianza es un reto importantísimo y exigente en sentido emocional, relacional, social y económico, que se complejiza más cuando el padre no se involucra.
El hombre colombiano usualmente huye de la escena afectiva cuando sabe que va a ser padre. Algunos simplemente se alejan definitivamente de la mujer; otros buscan excusas para no asumir su responsabilidad, solicitan el aborto, alegan no estar preparados, en ese momento ‘recuerdan que tienen otra relación` o dicen que acompañarán el proceso, pero a distancia y, en ese caso, es la mujer quien asume plenamente la responsabilidad que implica tener un bebé.
¿Qué dicen las cifras?
Según datos del censo realizado por el DANE en el 2017, en el país viven aproximadamente 22 millones de mujeres, de las cuales, el 56% son madres cabeza de familia, es decir, tienen hijos casi siempre, sin el apoyo del padre; datos que encienden las alarmas porque indican un aumento exorbitante del porcentaje de mujeres cabeza de familia en Colombia y de niños y niñas sin padre presente.
Dice la entidad, que de estas mujeres, solo el 41,9% tiene alguna ocupación laboral fuera del hogar, que no necesariamente implica un trabajo de calidad para sustentar con dignidad las necesidades de la madre y el hijo. El restante 16% de mujeres jefas de hogar, que no reportan actividad laboral, probablemente sufrirán con más rigorcarencia económica y falta de oportunidades a todo nivel, agravado por la situación crítica de desventaja laboral que tiene la mujer colombiana respecto al hombre, la afectación a la calidad de vida de ella y sus hijos, con el consecuente sometimiento a condiciones históricas de pobreza.
Por su parte, la encuesta de Demografía y Salud presentada por Profamilia y Minsalud en 2015, señala que el 49% de niños viven con padre y madre, sin aclarar la calidad de la relación; el 36% vive solo con la mamá, el 7% con abuelos y tíos, el 5% con ningún familiar y el 3% con el papá. Estos datos permiten evidenciar que por lo menos, el 48% de los niños no reciben amor, cuidado, compromiso y protección del papá, y el 5% se encuentra aislado de cualquier contacto tanto de madre, padre, u otro familiar, situación dolorosa que incide contundentemente en el desarrollo psicológico y social de niñas y niños.
El impacto de la ausencia de padre
Es cierto que en algunos casos hijas e hijos crecen sin dificultad en ausencia del padre, por diversas razones, pero también lo es, que quien cuenta con un padre comprometido tendrá mejores opciones para garantizar un adecuado desarrollo. También es necesario señalar que no todos los seres humanos tienen la misma capacidad resciliente para superar la adversidad sobreponiéndose a ella, y que en su lugar, experimentan una vida dolorosa, afectada física y psicológicamente, con una alta probabilidad de reproducir en la adultez la misma experiencia de abandono o de aguantar las mayores vejaciones para no ser abandonado.
Algunos enfoques psicológicas, como la Psicología Positiva, plantean enfrentar el problema de la ausencia del padre y sus efectos, no desde la patología que generan, ni desde el daño causado, sino desde las potencialidades que se puedan desarrollar en las personas abandonadas por su padre, incluyendo en su formación procesos tendientes a fomentar habilidades para la vida, construcción de redes sociales de apoyo, participación en actividades culturales y deportivas, vinculación afectiva con otros miembros de la familia, y demás, que pueden convertirse en una apuesta valiosa para construir un soporte afectivo y superar la falta de amor. Sin embargo, a mi modo de ver, la propuesta no hace mención a la exigibilidad de los compromisos que el hombre adquiere con niños y niñas cuando determina su existencia; no hace alusión a la obligación que tenemos hombres y mujeres de ejercer una sexualidad consciente y de prevención de embarazos no planeados, que sería la manera más fácil de evitar que haya tanto niño abandonado por su padre.
Por otra parte, nuestra sociedad ha naturalizado la ausencia del hombre en relación con el acto paternal, coloquialmente planteamos que madre no hay sino una y que padre es cualquiera, ciertamente no es así; de hecho, no todas las madres son buenas y no todos los padres son malos.
Actualmente, por fortuna, algunos hombres se comprometen con sus hijos, aunque el deber ser exigiría que todo aquel que engendra un hijo o una hija, se involucre en el proceso de crianza desde el principio, no importando si convive o no con la madre del niño, porque finalmente el hijo no es responsable de haber tomado la decisión de existir, solo recibe los efectos, y muchas veces, es víctima de las consecuencias de los actos de los adultos.
Colombia está llena de abandono y desamor; basta con acudir a entidades del Estado que albergan niños potencialmente adoptables, para reconocer en ellos la necesidad de padre, de madre, de afecto, de un hogar, de familia; esa es la expresión en las caras de estos niños, que llaman mamá o papá a la persona que llega. Esa fue mi experiencia hace algunos años visitando una de estas instituciones a causa de una acción interinstitucional.
El daño ocasionado
Nuestra sociedad violenta, entre otras razones, hunde sus raíces en la ausencia del padre; así lo viene demostrando la ciencia en distintos estudios en los que el padre ha sido el protagonista. Carencia económica, pobreza extrema, hambre, desnutrición, deserción escolar, vinculación a bandas delincuenciales, neurosis, depresión, embarazos no planificados, consumo de sustancias psicoactivas, son algunas de las consecuencias de la ausencia paterna, que han hecho evidentes los científicos en el mundo, desde 1953, cuando se empezó a estudiar el aumento de la violencia en algunos países, y esta en casi todas las investigaciones aparece estrechamente correlacionada con el fenómeno del padre ausente.
¿Cómo actuar para disminuir el impacto de esta realidad?
Los aportes de la ciencia son claros y el actuar sobre esta problemática para disminuir la tragedia que viven muchos niños tiene que ver con empoderarse de la tarea de ser un buen papá, poniendo al hijo en el lugar de privilegio que merece. Es urgente que el padre haga una revisión del papel que desempeña en la vida de sus hijos, porque definitivamente sin la presencia amorosa y comprometida del hombre en la vida de ellas y ellos difícilmente podremos hablar de paz en el país.
La cercanía física del padre tampoco es garantía de un adecuado acompañamiento y un óptimo desarrollo infantil, máxime si el papá ejerce con sus hijos un papel maltratador, negligente, si considera que su rol es el de ser únicamente proveedor, y si la educación de ellos se la endosa a la madre, que comúnmente tiene una vida laboral activa, así no esté formalizada, y debe multiplicarse para atender las exigencias que conlleva la crianza y la atención de la familia.
Es verdad que la mayoría de hombres desconocen lo que significan en la vida de sus hijos, también es cierto que muchos no saben cómo ser padres por diversas razones, entre ellas, porque no tuvieron un modelo paterno adecuado, porque fueron abandonados o tuvieron un padre maltratador, pero esa condición debe enseñarles a no repetir la experiencia, que seguramente les hizo daño. Entonces, la alternativa ética que tienen los padres es entender que sus acciones inciden de manera contundente en la vida presente y futura de hijas e hijos, que la obligación mayor que nos asiste, a quienes somos padres y madres, es entregarle al mundo buenos seres humanos, que tratarán con amor a sus congéneres y al planeta, y eso se logra con actuaciones reales de amor y el cumplimiento pleno de sus derechos.
Colombia no padece de madresolterismo sino de padreausentismo y debemos erradicar este flagelo social con el concurso de hombres sensibles que respondan de manera ética al compromiso de ser padres.