Así lo ha demostrado la ciencia, pero culturalmente se ha dado más relevancia a la madre, por obvias razones, porque es quien lleva a su hijo en el vientre durante nueve meses, resuelve sus necesidades vitales al inicio de la vida, es cuidadora, protectora, amadora por excelencia, razones por demás para que se le dé tan importante status. Pero las investigaciones que se adelantan desde 1953 muestran que el buen padre es esencial en la crianza, aunque el desconocimiento del significado y sentido del padre en la vida de hijos e hijas, tenga como consecuencia que se haya considerado como figura que puede estar o no estar en la crianza. De hecho, es común que se diga que las mujeres solas son capaces de sacar adelante a sus hijos, realidad que ha sido demostrada en innumerables casos, pero para niñas y niños lo mejor es que padres y madres estén comprometidos con la crianza, independientemente de si conviven como familia o no.
Pero el énfasis planteado por Fundación SXXI, en el sentido de que se necesitan un buen padre, es vital; esto quiere decir, que el padre debe ser una compañía amorosa que haga presencia en la crianza contribuyendo al desarrollo adecuado de sus hijas e hijos con bondad, ternura, amor, respeto, corresponsabilidad, desde una visión de pertenencia del proceso, viviendo plenamente el ejercicio paternal como un derecho que debe gozarse y experimentarse con asombro y alegría por los avances de hijas e hijos en todas las áreas de la vida, entendiendo que en nuestras manos está el presente y futuro de una humanidad que con violencia se está autodestruyendo.
Ahora, es cierto que muchos hombres en su infancia y adolescencia fueron sometidos a actos de violencia que dejaron profundas heridas; entonces, la obligación de la sociedad es sanar esas heridas abiertas y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para acabar con toda forma de violencia, desde la implementación de una política de prevención, que ojalá la disminuya a cero, porque la violencia es inaceptable. Claro está, que la sociedad debe sancionar ejemplarmente el abuso o violencia cometido contra niñas, niños y mujeres, porque haber sido víctima de maltrato no justifica que ejerzamos contra otras u otros, la misma violencia.
Esta es una reflexión que Fundación SXXI invita a hacer a los hombres en relación con su papel paternal, y de paso, a transformar las prácticas maltratantes convirtiéndolas en ejercicios afectivos que conlleven al respeto de la dignidad de niñas, niños y mujeres, en el marco del cumplimiento cabal de sus derechos constitucionales.
Colombia no necesita hombres enseñoreados en la violencia como estrategia de ratificar su hegemonía, poder y masculinidad, lo que se requiere con urgencia, es hombres que transformen sus imaginarios y den paso a una cultura del buen vivir, de la paz y la bondad. La familia es el primer escenario en el que se debe implementar esta nueva forma de ver el mundo y las relaciones interpersonales.
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