Por lo general, las expresiones de afecto recibidas cotidianamente pasan desapercibidas y hasta se consideran una obligación, cuando en realidad son una elección. La vida se centra entonces en el acto de tomar lo que nos dan, sin siquiera agradecer.
Esto no solo ocurre con la pareja, también sucede con otros miembros de la familia: hijos, padres, madres, hermanos, igualmente con amigos(as) o compañeros de trabajo.
Muestras de amor
No solo las palabras muestran amor o interés, también son señales afectivas la sonrisa cálida, el saludo cordial, la escucha interesada, orientar y aconsejar, preparar los alimentos, el mensaje cariñoso, la caricia, el abrazo, el beso, el acto de solidaridad, la compañía, el cuidado que brindamos, la oración que elevamos, la solidaridad, atender con esmero, el esfuerzo para alivianar cargas, cuidar en caso de enfermedad, velar por el bienestar de nuestro congénere, llamar interesándonos por el otro, esperar la llegada de alguien, los obsequios…
Realmente ¿qué recibimos?
Algo muy valioso. Ese ser humano que nos quiere, nos ama o se interesa por nosotros, nos entrega parte de su vida, sus recursos y su tiempo; pero no es un tiempo frio, sin contenido emocional, sino un intervalo existencial matizado con sentimientos, que por ser ofrecido libremente debería tener de nuestra parte mayor estimación.
El valor de la reciprocidad
Ubicados en este sensible y enriquecedor panorama surge el llamado ético a reconocer e irrumpir en el plano de la reciprocidad. Por supuesto, la invitación no es a incurrir en retornar lo malo o lo que haga daño.
Así las cosas, la reciprocidad hace referencia a ser agradecido y retribuir a esa persona especial lo otorgado, haciendo de la actuación amorosa un estilo de vida. La reciprocidad respecto a lo bueno, lo justo, lo digno, lo correcto, lo excelente, es considerado un valor que debe generar beneficio personal y social.
Evita perder lo que tienes
Porque la historia nos enseña que, si lo hacemos, llegaremos a arrepentirnos o llorar, como lo afirma el adagio popular, porque nadie tiene la obligación de soportar eternamente el descuido y el desamor.
Para finalizar cabe preguntar: ¿Cuántos te quieros y me importas recibes a diario y de quién los recibes? ¿Cuánto tiempo de su vida te regalan las personas que te aman o se interesan por ti? Ahora corresponde valorar, sumar, agradecer y actuar con reciprocidad.
“Cuando damos alegremente y aceptamos con gratitud, todos somos bendecidos”. Maya Angelou.