El valor fundamental de la solidaridad y el cambio

Intervención del Presidente Gustavo Petro Urrego en la clausura de la Asamblea Nacional de Economía Solidaria. Foto cortesía Presidencia de la República.

Discurso del Presidente Gustavo Petro en la Asamblea Nacional de Economía Solidaria.

Asociarse, superar la desigualdad, aprovechar la oportunidad que brindará el Gobierno en materia de créditos a cooperativas, construir riqueza, transformar la materia prima para darle valor agregado, fortalecer la nación, construir verdadera democracia, colectividad, solidaridad, y organizarse en cooperativas para dar respuesta a las necesidades en el marco de la Ley, la ciencia y la creatividad, fue el llamado del presidente de Colombia a la población.

¿Qué son las cooperativas?

La (ACI) Alianza Cooperativa Internacional, definió las cooperativas como asociaciones autónomas para hacer frente a las necesidades económicas, sociales y culturales de sus miembros a través de una empresa de propiedad conjunta.  Las cooperativas se caracterizan por impulsar el apoyo mutuo entre asociados, facilitar la igualdad entre los miembros, promover la solidaridad entre los participantes, estimular el esfuerzo individual y la motivación compartida, permitir un sistema democrático y justo, fortalecer la responsabilidad social y con el medio ambiente, facilitar la definición de metas y objetivos comunes entre los cooperativistas.

¿Qué dijo el Presidente en la clausura de la Asamblea nacional de economía solidaria?

Sxxi.net reproduce a continuación los apartes más importantes del discurso para enterar a nuestra audiencia sobre la versión que tiene el Primer Mandatario de la implementación a gran escala del cooperativismo en el país.

Palabras del señor Presidente Gustavo Petro Urrego

“Aquí el valor fundamental es la solidaridad. Este tipo de economía popular que tiene que volverse muchísimo más fuerte, tiene que convertirse en el principal sector económico de Colombia, y en eso consiste el cambio.   Se ha tratado en algunos procesos de la discusión política y social de Colombia, en los últimos años, sobre todo desde la campaña electoral y este año ya de gobierno, de decir que el Presidente de la República no está con la empresa privada, sin explicar en qué consiste ese concepto de empresa privada.

Todos ustedes aquí, reunidos aquí, son empresarios y empresarias privadas, porque ninguna es funcionaria del Estado o funcionario del Estado. Viven en un mundo privado, independiente del Estado. Y yo estoy con este tipo de empresa privada.  Así que simplemente lo que ocurre en la discusión pública es una invisibilización de esta realidad, de que hay un sector que hemos denominado en nuestra campaña electoral y en nuestro Plan Nacional de Desarrollo, que siendo empresarial, porque lo es, que siendo privado, porque lo es, tiene unos valores, unas formas de organización, una realidad dentro de la economía y la sociedad colombiana, que simplemente no es del agrado de las alturas del poder, porque lo ha desdeñado, ha marginado este tipo de economía, la ha invisibilizado y le ha quitado poder.

Esta economía la hemos llamado economía popular, en un primer momento. La llamamos así porque no estamos de acuerdo en esa visión ideológica que los últimos gobiernos han tenido acerca de que hay una economía formal y que hay una economía informal y que se trata de hacerle la guerra a la economía informal. Por eso ustedes han visto policías persiguiendo a vendedores ambulantes, por eso ustedes han visto avionetas fumigando campesinos, por eso ustedes han visto una represión contra las formas económicas con que la mayor parte de la población ha tratado de sobrevivir en estas tierras y ha vivido en este país.

Es que se aplaude una economía y se destruye otra. La que se aplaude es la de los grandes cocteles, es la de los grandes poderes, la que se destruye es la del pueblo. Por eso hemos tenido una sociedad tan desigual socialmente, porque los gobiernos se han plegado a ese poder económico y han desconocido las posibilidades que tiene la economía popular.

Por eso nos hemos convertido no solo en uno de los países más desiguales socialmente de todo el planeta Tierra, sino que es ahí en esa desigualdad, en esa exclusión en donde salen nuestros principales males, en donde emanan nuestros principales problemas como sociedad. Nos preguntamos por qué la violencia, que acaba de llevarse una niñita aquí cerca, en La Plata, donde iremos en los próximos minutos. Se preguntan por qué el narcotráfico, se preguntan del porqué de la corrupción, se preguntan del porqué de la miseria y de la pobreza y del raquitismo económico de Colombia, y aquí está la respuesta.

La respuesta es que todos esos problemas, que tanto daño le han ocasionado a la posibilidad de una sociedad fuerte y de una gran nación, la nación colombiana, emanan de una misma causa, de una misma fuente, de un almendrón que genera este tipo de enredo histórico en el que la sociedad colombiana se halla sumida; se llama la inmensa desigualdad social de Colombia.

Heredamos eso del pasado indudablemente, y no solo del pasado inmediato, sino del pasado histórico. Las causas históricas tienen que ver con la esclavitud, por ejemplo. Tienen que ver con que heredamos una sociedad colonial que aún se mantiene en la mente de quienes han gobernado Colombia en lo local y en lo nacional. Una mentalidad racista, xenofóbica, una mentalidad de clase, una mentalidad de casta social, que ve al pueblo como si fuera un ser inferior, que ve a los integrantes diversos de la sociedad popular de Colombia como si se tratasen de niños o incapaces, que no pudiesen asumir las decisiones fundamentales que, en una democracia, si se quiere llamar democracia, debe asumir la sociedad colombiana. Es porque se mantiene una mentalidad esclavista que ve al pobre, a la sociedad, al trabajador, a la mujer, al joven, a la joven como si aún fuesen esclavos.

Aquí está parte fundamental de la solución. Parte fundamental, diría yo, de cómo construir la paz en Colombia, de cómo construir una democracia y de cómo construir una gran nación. Aquí está la fuente no de los problemas, sino de las soluciones. Por eso hemos querido venir aquí. No tendría este sentido este gobierno, la verdad no valdría la pena gobernar Colombia y de haber ganado las elecciones por primera vez en la historia por parte de fuerzas progresistas y populares, si el balance final, cuando pasen los años, no haya sido que a partir de este momento de la historia de Colombia la organización popular creció en cantidad y creció en calidad sustancialmente.

Ustedes son una parte de un pueblo organizado; se han organizado para producir, para consumir, para vivir a través de un valor que se llama solidaridad. Esa es la diferencia entre este tipo de empresa y la empresa que se construye para sobreexplotar. Aquí el valor fundamental es la solidaridad. Este tipo de economía popular –que tiene que volverse muchísimo más fuerte, que tiene que volverse, y ese es nuestro querer, el principal sector económico de Colombia, y en eso consiste el cambio–, nos muestra un camino que la población en general de Colombia, en mi opinión, debe seguir.

Un pueblo desorganizado es un pueblo al que manipulan y esclavizan. Un pueblo desorganizado es un pueblo al que permanentemente engañan. Un pueblo desorganizado no tiene capacidad para realmente coger las decisiones fundamentales para construir una vida digna en el país. Lo tratan como un rebaño, lo llevan aquí y allá, y, como decían mis discursos de campaña, un pueblo que transforman en rebaño no va sino al matadero, porque a todos los rebaños los llevan al matadero. Por tanto, de lo que se trata es de construir un pueblo organizado. Y casi que toda la actividad diaria de mi Presidencia y de mi gobierno es construir organización popular.

Llamado a organizarse

Por eso desde aquí invito a toda colombiana, a todo colombiano, hoy quizás desesperado en muchas regiones de Colombia, hoy quizás luchando, porque el pueblo de Colombia lucha permanentemente y resiste, es que hay que organizarse. Lo que hay que hacer ahora es organizarse. Organizarse no solo políticamente cuando vienen unas elecciones; si eso se hace cada cuatro años, perdemos el año. Organizarse para vivir la vida cotidiana. Y si uno quiere organizarse para vivir la vida cotidiana, entonces esa organización tiene que ser económica, tiene que ser social y tiene que ser obviamente política.

La organización económica del pueblo implica otra manera de pensar la economía. Nosotros venimos de vivir una era que se está muriendo en el mundo. Aún hay viejos políticos tradicionales de Colombia, viejos liderazgos económicos de Colombia, que no se han dado cuenta de que su mundo es moribundo, que se está muriendo. Lo defendieron, y tenían con qué en la década de los 80, de los 90, pero ya no va más. Es el mundo de considerar que los seres humanos son simples individuos aislados del resto de la sociedad, que usted defiéndase como pueda, es la consigna; rebúsquese como pueda, es lo que dicen.

A través de la propaganda de los comerciales, a través de la misma política, van construyendo una cultura que es la del individualismo, como si el ser humano no fuera un ser colectivo, como si nosotros realmente pudiéramos vivir como aquel Robinson Crusoe de la historia, completamente aislado. El ser humano no puede vivir en la soledad. A algunos nos puede gustar momentos de soledad, pero momentos permanentes de soledad son imposibles para el ser humano.

Sin embargo, este tipo de ideólogos que han manejado a Colombia, ideólogos pensando que la ideología no tiene nada que ver con la ciencia, creen que entonces es colocar a los individuos en una especie de carrera de caballos; sean competitivos, dicen, y arranquen a correr en la vida; el que se cayó, el que no pudo, de malas, dicen, es que era un incapaz, es que era un perezoso, dicen.

Y creen entonces que una sociedad se puede transformar en una carrera de caballos, olvidando que una carrera de caballos solo la gana un caballo, olvidando que los caballos, si los dejan libres, tampoco hacen carreras de caballos: corren, pero con su manada y no la dejan sola; corren en colectivo, nunca en solitario; corren porque saben que quizás estén en la cabeza de la carrera, pero que el que va en la cabeza de la carrera mira hacia atrás para ver si se perdió una yegua, un potranco, otro caballo más joven.

Siempre hay un criterio de solidaridad, incluso en el mundo animal. La imagen neoliberal no existe en la realidad. Los seres humanos no somos caballos que corremos unos contra otros para ver quién gana la carrera. Los seres humanos nos ayudamos, nos solidarizamos unos con otros.

Sin eso no existiría la humanidad. Y lo demuestra lo que esencialmente incluso nos diferencia de la animalidad, el conocimiento, el pensamiento, el saber, la ciencia:  No se pueden estudiar y mirar, no se podrían comprender, no hubieran llegado a los grados a los que hoy han llegado, y llegarán a más grados superiores en el futuro, si no fuese un pensamiento, un conocimiento, una ciencia colectiva. La historia de Robinson Crusoe o la historia de Newton inventándose la Ley de la Gravedad porque le cayó una manzana en la cabeza a él solitario en una silla de un parque, no son ciertas; son historias.

Ni Newton hubiera podido descubrir la Ley de la Gravedad sin los árabes, sin los chinos, sin los hindúes, sin los pueblos ancestrales de las Europas, sin la matemática construida colectivamente hasta ese momento, ni Einstein hubiera descubierto la Ley de la Relatividad, ni ninguna teoría científica se hubiera puesto en el orden del conocimiento mundial sin una palabra: es que es un pensamiento colectivo, colectividad, solidaridad.

Los seres humanos nacemos en familia; los seres humanos, en el momento, primero, del nacimiento, e incluso antes, ya tenemos un hilo conductor con otro ser diferente a él: su propia madre. Desde allí somos seres colectivos. Desde el momento en que decimos la primera palabra, ya esa palabra es una construcción colectiva de un pueblo, llámese español, llámese inglés, llámese árabe, llámese mandarín. Somos comunidad. Y reivindicar ese hecho, que no significa eliminar la autonomía del individuo, la libertad del individuo, pero no olvidar que nacemos en comunidad para ser solidarios, es fundamental si queremos resolver los problemas presentes que tiene la humanidad y nuestra propia sociedad colombiana.

Economía solidaria y cooperativismo

Por eso estamos aquí, porque ustedes representan, hombres y mujeres de todo el país, otro tipo de empresa y de privacidad. Ustedes representan la economía solidaria de Colombia. Lo voy a decir con suficiente y meridiana claridad, espero: el Gobierno del cambio, el Gobierno que quiera hacer de Colombia una potencia mundial de la vida, prioriza el cooperativismo en Colombia. Invita al pueblo colombiano a cooperativizarse económica y socialmente.

Queremos que los productores directos del campo, los que producen el arroz, los que producen la papa, los y las que producen la leche, las productoras del maíz, etcétera, se asocien para industrializarse. Un campesino individualmente no puede lograr transformar que su maíz se vuelva hojuelas de maíz, pero los productores y las productoras de maíz de una región sí que pueden asociarse, si el gobierno ayuda, para poner una empresa fábrica que transforme su maíz en hojuelas de maíz, y lo mismo se puede hacer con la papa y lo mismo se puede hacer con el arroz y lo mismo se puede hacer con la leche, lo mismo se puede hacer con la carne, etcétera.

Este Gobierno quiere industrializar la producción agraria a partir de la asociatividad del productor directo del campo. Habrá quien dice: No, eso se llama comunismo. Que se inventen las palabras que quieran. Si un campesino vive más rico asociándose, y esa asociatividad la llaman socialismo, pues entonces yo soy socialista. Porque yo quiero que los campesinos y las campesinas sean más ricas, tengan más ingreso. Y no es vendiendo el arroz bruto, la papa en bruto, como se puede tener más ingreso. Es transformándolo y vendiéndolo transformado. Le llaman los economistas ‘con mayor valor agregado’, como puede haber más ingreso para la familia campesina.

Pónganle cuidado cómo nuestros opositores cogen el pedacito de mi frase que dije: ‘Entonces soy socialista’, para hacer contrapropaganda electoral. Pues, que lo hagan. Pero aquí vamos a reivindicar una de las tendencias humanas que desde su nacimiento, desde que el hombre y la mujer estaban en una cueva, se ha impulsado y ha impulsado a la humanidad, y es ayudarse mutuamente, es colaborarse entre sí.

Claro que si los productores agrarios de Colombia, directos, se ayudan mutuamente, la pelea con el vecino, todo ese tipo de que es natural en el ser humano de conflictividad, se subordina a las posibilidades económicas de lo que significa ayudarse mutuamente y asociarse, claro que ese camino le va a dar más riqueza, les va a dar más prosperidad a las regiones, va a ser en el conjunto de Colombia una nación económicamente muchísimo más fuerte, más equitativa, más justa y, por tanto, más pacífica, más democrática, en donde todos y todas, en todos los colores de nuestra piel, de nuestra cultura, de nuestras ideas políticas, puedan convivir en paz.

Y no es solamente en el campo, también tiene que ser en la ciudad. Cuando uno mira cualquier ciudad, esta Neiva, el Alcalde me dirá, tiene lugares en donde bulle la economía popular, junto a la plaza de mercado, a lo mejor; en calles específicas, la gente tratando de sobrevivir en la ciudad. El lugar más caro de Colombia, en términos de cuánto vale el metro cuadrado de tierra, se llama San Victorino, Bogotá. No es el norte, no es el lugar de mayor riqueza, desde el punto de vista de sus habitantes. No, es San Victorino. ¿Y por qué ese lugar es tan caro, si uno quisiera comprarse un metro cuadrado de tierra? Porque allí ebulle la principal economía popular de Colombia, con sus más y con sus menos, como es la sociedad colombiana.

Allí se venden los bluyines, las camisas al por mayor, allí van un millón, dos millones de personas al día; allí las señoras del Madrugón, que se han puesto a trabajar las confecciones, van a vender. Allí hay una economía del pueblo, que resulta ser mucho más poderosa en la ciudad de Bogotá que cualquier otra economía. Y no es que sea un problema de competencia, sino que es un deber del reconocimiento de un gobernante.

¿Qué requiere la economía popular?

¿Qué nos falla para que esta economía popular pueda crecer y volverse más poderosa? Que aquí todos sus integrantes pudieran cotizar, por ejemplo, en la pensión, en la salud, siempre y cuando las pensiones y la salud se mejoren en Colombia.  Que pudiera la casa ser mejor donde se vive, que pudiera el barrio donde está esa casa ser mejor, mejorar la ciudad, entonces, y el territorio.

¿Qué nos falta para que esta economía que ha demostrado resistencia? Yo me acuerdo cuando las grandes cooperativas financieras fueron cerradas en el gobierno de Pastrana. Hice debates, era un jovencito parlamentario, y me parecía un absurdo que se cerraran las economías, los bancos y las cooperativas financieras, mientras la banca se concentraba casi que en un solo grupo económico o dos.

¿El crédito popular dónde está? ¿Dónde hay un espacio financiero para que la economía popular pueda crecer, para que un señor que produce pan pueda producir más pan o de mejor calidad, para que una peluquería se pueda engrandecer, para que un señor taxista pueda cambiar su taxi de gasolina y tener un taxi eléctrico mucho más saludable para Colombia? ¿Dónde está la posibilidad para que un señor mototaxista pueda cambiar su moto de gasolina y tener una moto o un pequeño carrito eléctrico con paneles solares en el techo? ¿Dónde están las posibilidades para que en donde no hay internet, en la vereda o en el barrio, la gente se pueda organizar y tender los cables y los aparatos para que la banda ancha llegue con fuerza a la casa y, entonces, el niño y la niña puedan abrir el computador o puedan tener un computador para abrir la ventana del universo y el conocimiento mundial? El que no tiene la información no tiene el poder, y la información en Colombia es desigual. A mí me llega en el Palacio de Nariño una banda ancha potentísima, pero preguntémonos ahora que vayamos a La Plata si llega ya el internet. Si organizamos popularmente el barrio y la comunidad, pues podemos llevar el internet al barrio o la comunidad.

Aquí, al norte, tenemos el desierto de la Tatacoa, pletórico de sol, y habría que preguntarse cómo son las tarifas de energía eléctrica en el Huila, que son las que determinan una parte de los costos para producir, sea pescado, sea un cultivo de arroz, sea una confección en la ciudad. Resulta que tecnológicamente si se usa ese sol tenemos energía limpia y barata, casi gratuita. Si se pusiera en los techos de la ciudad de Neiva paneles, si en vez de estas tejas tuviéramos paneles solares, toda la energía de este coliseo y su alrededor podría salir prácticamente gratuita. Pero el panel solar vale un billetico… Claro, con el dinero público se hubiera podido. Diez cubiertas fotovoltaicas, bueno. Esas palabrejas nos toca aprender a usarlas: fotovoltaica. Yo le digo solar, más fácil.

Pero, ¿por qué los barrios no se organizan solidariamente, y para bajar las tarifas de la energía eléctrica en el barrio, en cada hogar, entonces hacemos un programa en donde transformemos, cambiemos tejas de zinc o de asbesto, que es peor, por paneles solares? Si hay un gobierno que ayude a esa asociatividad, que llamamos Comunidad Energética, la podemos desarrollar.

Lo que queremos es expandir la organización popular, no diez mil organizaciones, sino cien mil, doscientas mil, quinientas mil organizaciones populares, urbanas y rurales, produciendo industria o energía o conectividad o conocimiento o producción en general, porque la base de la producción es o el efecto de la producción es la riqueza. Es así como se sale de pobre. No es que nos va a llegar un milagro, con el respeto que me merece, Monseñor; puede que llegue alguno, pero es que a todos los pobres el milagro se llama organización popular, y ayuda del gobierno. Tratemos de producir ese milagro: organización popular y gobierno al mismo tiempo.

Instrucción al Banco Agrario

Aquí está el director del Banco Agrario. Hernando Chica lo veo, porque es altísimo y entonces se ve desde cualquier lado. Hernando Chica es el presidente del Banco Agrario. Desde las pasadas reuniones, últimas, incluso con sus trasnochadas, en el Palacio de Nariño, le hemos dado una misión al Banco Agrario. Es el banco que tiene que llevar el crédito con tasa de interés subsidiada a la economía popular, tanto rural como urbana.

Para ello, tenemos que recuperarlo de décadas de atraso, porque aquí se ha privilegiado que la banca privada tenga alta tecnología, pero no que la banca pública pueda tenerla. Le hemos dado la instrucción de que busque alianzas, incluso con la banca privada, para potenciar este programa de financiación con crédito barato de la economía popular y solidaria. Hemos dado instrucción de que fondos que el gobierno tiene quietos, por Equis o Ye razón, se coloquen en el Banco Agrario para potenciar su capacidad en cantidad, en volumen del crédito popular en Colombia.

Hemos dado la instrucción de que las garantías para acceder a un crédito dejen de ser la propiedad raíz, como tradicionalmente ha sido en Colombia, que nos lleva a que el que tiene el crédito, pero el que no tiene nunca tiene el crédito, y por eso termina en el gota gota y en las mafias de la usura. Que las garantías sean la misma asociatividad; que si alguien va por un crédito, pero en vez de ir solo va con cinco, entonces a ese se le da el crédito, no a él, sino a los cinco, porque la misma asociatividad es una garantía que disminuye el riesgo para pagar los créditos en Colombia; que si no van hombres y van mujeres, pues, mejor, porque la mujer es mejor garantía de pago que el hombre. Que si cambiamos ese tema de la garantía de la época tradicional, de que se le da crédito es al que tiene, a que se le da crédito a las que no tienen, pero si se asocian, entonces este tipo de economía que está aquí ante nuestros ojos se va a volver en la fuerza más poderosa de la economía colombiana, tanto en el campo como en la ciudad. Por eso el Banco Agrario, que se tiene que cambiar el nombre: Banco Agrario y Popular de Colombia, es el aliado fundamental para esta estrategia, desde el lado del Gobierno.

La ministra del Trabajo tiene la tarea de contratar a miles de jóvenes, muchachos y muchachas, para organizar la asociatividad del pueblo colombiano de cara a la economía solidaria y cooperativa de Colombia. Que no quede un solo lugar de Colombia donde no haya una cooperativa para defender los ingresos del pueblo.

La juventud popular

Los primeros de esa economía popular, los que podrían inyectarle la innovación, la mentalidad de los tiempos modernos, el audiovisual, la creación, es la juventud. Nosotros vimos en el estallido social cómo se dividía la juventud en dos: la juventud universitaria y la juventud popular…

La juventud popular, que entró al estallido, meses antes de las elecciones, fue una juventud que demostró, primero, ganas de decidir en Colombia y, segundo, que realizaba el estallido social porque no tenía nada que perder, porque no tenía casa, porque no tenía futuro, porque no tenía universidad, porque no tenía estudio, porque no tenía ingresos, porque en la calle solo era perseguida. Bueno, la forma de sacar a esa juventud popular no es disparándole a los ojos, no es llevándola a la cárcel, no es diciendo que son terroristas, desde los más poderosos medios de comunicación, no es condenándola al presidio, no es colocándola entre barras de cárceles y de celdas. La mejor forma de organizar esa juventud popular es cooperativizándola y entregándole los medios para que pueda producir desde su innovación, desde el carácter solidario de su trabajo.

Por eso aquí entonces tenemos un salto que dar. La economía solidaria y cooperativa de Colombia no puede ser más marginal, no puede ser más invisible, no puede ser más el de la puerta de atrás, la de la cocina, como dicen las señoras de la alta sociedad, no. La economía popular y cooperativa de Colombia debe ser el invitado principal a esta fiesta que es la fiesta de la potencia mundial de la vida. Y eso se hace con dinero, reasignando los recursos. Y por eso el Banco Agrario aquí se vuelve el eje financiero, en alianza con las cooperativas financieras existentes, para lograr que la palanca fundamental de la distribución de recursos en Colombia no vaya a los más poderosos, sino que vaya al pueblo, a la economía popular, a la gente del común.

Gracias por haberme invitado. Ahora vamos hacia La Plata. El joven que quería hablar, quiero ver que venga aquí a hablar. Además, no entiendo por qué excluyen a los jóvenes. Eso no se debe hacer nunca. Y le concedo la palabra para escucharlo y nos retiramos hacia La Plata. Muy amables por haberme escuchado”.

Ubicados en esta esta perspectiva, y entendiendo la base económica, política y filosófica de la propuesta cooperativista, implementar esta opción solidaria con sentido democrático, sería una salida viable para la gente de Colombia que espera alternativas orientadas al desarrollo personal y comunitario en el marco del Capitalismo Social que lidera el presidente Gustavo Petro.

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