La oración es amor que sale al universo y llega en forma de energía a su destino

Descubra el poder de la oración. Foto: Arnie Bragg

Reflexión a propósito de la Navidad

Sxxi.net – Psychology

Navidad congrega más que otras épocas a la familia y amigos (especialmente de orientación católica) alrededor de prácticas de oración y cánticos por tradición. Pero más allá de esto, la oración vista desde una concepción espiritual, tiene un significado profundo, pues se traduce como la relación que nos vincula en una relación sensible con el ser superior. Es desde este sentido cuando la oración que se hace desde la fé y el amor sale al universo, recorre distancias imposibles y llega a su destino. Esta manifestación la describen personas que han regresado de la muerte y ven, desde esa dimensión, aún incomprensible para nosotros, como las oraciones de sus seres queridos se elevan al cielo en forma de haces de energía.

Así las cosas, la oración es palabra con poder, que cuando es sentida, se transmuta en cimiento para cumplir un propósito. El ser humano recurre a esta estrategia vigorosa de comunicación, que a veces trasciende la esfera individual y entra al ámbito de lo colectivo, para sentirse acompañado en las peticiones que se hacen a la Providencia, al Padre o al Creador(según la creencia) en favor de una solicitud, que en algunos casos reportados, cobra vida y obra milagros.

Condiciones del mundo actual

Vivimos una época en que la adicción al poder y al dinero están sobre todas las cosas. En el mundo que conocemos, muchas personas despojadas de humanidad, parecen requerir y sentirse a gusto sometiendo a los demás, manipulando y acabando con la vida de otros a como dé lugar por el logro de objetivos materiales, cosifican a las personas, solo cuentan como cifras u objetos de ganancia, por esa visión perversa centrada en el consumo desbordado, en la opulencia desmedida, en la búsqueda de la felicidad fabricada, en la carrera alocada por acaparar, dominar y ostentar.

Mientras continuemos así, estando ciegos frente a la necesidad de construirnos como seres espirituales, negando los derechos del otro, haciendo caso omiso a dignificar la condición humana, iremos sin remedio al fin. Seguir anteponiendo el tener sobre el ser, a toda costa, llevará inexorablemente a la destrucción. Eso no quiere decir que la opción sea tener una vida en pobreza, porque el bienestar es fundamental para gozar de buena salud física y mental, pero la obsesión desmedida por el tener, que fomenta la avaricia, el egoísmo y el ansia de poder es lo que se debe cambiar si queremos decantarnos por una vida de calidad.

¿Cómo se puede lograr?

Nos corresponde entonces poner el foco en lo que realmente importa, apostándole en primer lugar a la transformación personal para irradiar a los demás, ocupándonos de ver a las personas y a la naturaleza desde la bondad; tratando a nuestros congéneres como son: seres merecedores de respeto y amor, anteponiendo el bien colectivo al individual, buscando el bienestar, el desarrollo de procesos empáticos que disminuyan al máximo el dolor humano y trabajando por la felicidad que todos merecemos, más allá de propuestas políticas y partidistas que nunca han sido ni serán la respuesta. Por tanto, humanizar, servir, cuidar, proteger, solidarizarse, tratar con delicadeza a ese ser humano que transita por nuestra vida, es el camino correcto para alcanzar la plenitud espiritual, perfeccionarnos y no sucumbir a la deshumanización.

El importante papel de la oración

En este loable y necesario propósito, la oración será el puente y la herramienta que atraerá bendiciones a nuestra vida personal y a la sociedad si se hace desde una práctica sentida, responsable, consciente, individual y colectiva enfocada en el mismo propósito: la paz, el amor por el otro para sacar lo mejor de ese ser, sanando sus heridas, compensando sus necesidades afectivas y buscando con el actuar coherente el beneficio de todos. Esto es lo que debemos hacer llevando la conciencia a un nivel superior en donde no sea la regla general, y el propósito último de la vida, tener a manos llenas y sin medida, sino compartir y dar a los demás, como eje fundamental de la felicidad, estableciendo un equilibrio entre el tener y el ser.

Contemplemos entonces la verdad de nuestro país, esa que aparece en la literatura macondiana y que refleja crudamente lo que hemos sido hasta ahora, un pueblo azotado por la violencia y la injusticia, que no han sido detenidas a tiempo y, por el contrario, que les hemos permitido avanzar con “pasos de animal grande”, avasallando nuestra ética y nuestra moral.

Reconocer lo que somos ayudará a comprender lo equivocados que estamos al obrar de esta manera y la condena a la que estamos sometiendo a las generaciones de niñas, niños y jóvenes que aun habitan Colombia, no porque quieren estar aquí soportando las injusticias y violencias de las que son víctimas, sino por la falta de oportunidades para salir corriendo de este territorio ensangrentado. Esta observación concienzuda también dará cuenta de lo que estamos haciendo bien para reafirmarlo y multiplicarlo.

Ver desde la perspectiva espiritual y desde la fe lo bueno que tenemos como personas y como país implica asumir un reto que nos obliga a escudriñar las enseñanzas de las heridas que cargamos y sus huellas profundas, para comprender finalmente que somos más que violencia. Debemos entender que en cualquier relación que establezcamos lo más importante es tomar la decisión de magnificar y resaltar lo bueno del otro, para que sea posible conectar emocionalmente, perdonar y avanzar, no olvidando la lección recibida, sino volviendo ilesos de la memoria y el recuerdo, privilegiando en el vínculo con los demás, el amor, la compasión, el interés real, la ternura, los pensamientos positivos que hacen bien a las personas y a la humanidad.

Definitivamente, para sanar, es imprescindible centrar la atención en lo que une y no en lo que nos separa, superando la postura usual de hacer apología de la falla, la mancha, el error y, más bien, engrandeciendo los aciertos, las cualidades y aportes, a la espera que ese despertar de la consciencia que implica obrar con la bandera del bien sea el estandarte que guie el andar de ciudadanas y ciudadanos en nuestro territorio.

Que en esta Navidad, año nuevo, y cada día de nuestra vida, la oración de cada persona que habita este país se eleve al cielo, llegue a su destino con la energía poderosa del amor y cumpla su propósito. Igualmente, que nuestras acciones congruentes con la oración, ratifiquen nuestro compromiso con hacer el bien a quienes nos rodean empezando por la familia, para que ocurra ese milagro maravilloso de tener un país mejor para todos.

«Las oraciones son la energía más elevada de la que la mente es capaz». Samuel Taylor Coleridge.

Nota elaborada por IH (Inteligencia humana)

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