Por Naturita
La agricultura urbana es una tendencia mundial orientada a garantizar la seguridad alimentaria, el consumo de alimentos limpios y la disminución del impacto del cambio climático.
Así nació esta experiencia
Un buen día salió en el patio de mi casa una planta que creció rápidamente e invadió una hierbabuena que, hasta la fecha, había crecido con holgura en ese lugar. De pronto le salieron flores entre blancas y lilas; más adelante las hojas se tornaron amarillentas y finalmente, para sorpresa mía, quedó tendida, como si hubiera muerto. Recuerdo haberle dicho a mi esposo que sacara esa planta del patio por el mal aspecto que tenía, sin saber el tesoro que guardaba. Por fortuna mi esposo olvidó hacerlo, de lo contrario no estaría contando esta historia.
Ese fin de semana llegaron mi hermana y su esposo a visitarnos, los dos de profesión agrónomos, y al invitarlos a salir al patio, ella me dijo emocionada: ¿tienes una mata de papa, y está para cosechar!
Asombrada le dije: ¿En serio?, pero la verdad, no lo tomé muy en serio, sino hasta el próximo fin de semana, cuando al mirar el espacio donde estaba la planta me dije: “¿será?”.
Entonces busqué una pequeña pala, que me costó encontrarla por lo diminuta, y despacio, con mucho cuidado, me puse a hurgar la tierra, y ¡oh sorpresa! asomó la primera papa. Al verla, la alegría fue grande. ¡Es cierto!, me dije, y como quien encuentra un tesoro lleno de diamantes seguí abriendo la tierra con ánimo, pero con precaución para no deteriorarlas. Por supuesto, no era la gran papa, pero era linda, pequeña, rosadita, no más grande que un pin pon; recuerdo haberla tratado con tanto cariño y admiración como si fuera un bebé. Despacio le quité la tierra, busqué un plato sopero donde ponerla, y seguí buscando con más entusiasmo. Ese día coseché como un kilo de papas de diferentes tamaños, una como de !media libra¡ y me sentí feliz de extraer de la tierra ese milagro regado con agua de lluvia, pero sobre todo, sin químicos.
Cuando mi esposo las vio ya lavaditas, listas para la foto, dio una voz de alegría y admiración,¡no lo podía creer! y más feliz se puso cuando le dije: “Estas son para el almuerzo”.
Al inicio tenía dudas de comerlas, pues las papas que compro en el supermercado afectan mi salud estomacal, pero finalmente me dije: “De todas maneras me las como”.
Hice papas saladas, al estilo colombiano, una carne de cerdo a la plancha con un buen guacamole, y una limonada de hierbabuena (también cosechada de mi jardín), y no les miento: ¡han sido las papas más deliciosas que me comido en la vida! Y lo mejor, no me hicieron daño; mi estómago después de ese banquete quedó perfecto. Eso me demostró que lo que verdaderamente afecta la salud son los químicos con que fumigan los cultivos.
Desde ese momento empecé a pensar en serio en cultivar en mi patio y en mi jardín. Ahora tengo papa, por supuesto, una hermosa planta de uchuva visitada a diario por abejas Angelitas, que me da deliciosos frutos que los consumo dando gracias a Dios por tanta maravilla y bondad. También sembré limonaria, canelón, planta que llegó pequeña a mis manos y ya es un matorral; tengo cebolla cabezona y larga, y con ellas preparo unos huevos pericos estupendos.
Mi jardín está lleno de hierbabuena, sábila, útil en tratamientos digestivos y de belleza, cultivo algunas flores para que vengan las abejas y los colibríes, cilantro, lechuga, y la última adquisición es un árbol de tomate que ha crecido el doble desde que lo sembramos, y que espero pronto me sorprenda con sus deliciosos frutos. Quise plantar rosas siguiendo el consejo de un tutorial en internet, que aseguraba éxito con este cultivo si se abría un hueco en una papa, se metía el tallo y se sembraba. La verdad, no crecieron rosas, pero tengo dos nuevas plantas de papa..¡No se rían!
Para nutrir el suelo, y que los cultivos crezcan lindos y den buenos frutos, mi esposo entierra los residuos orgánicos en el patio y en el jardín. Esta práctica cumple también la función de disminuir el impacto sobre el relleno sanitario y mitigar el cambio climático, todo esto pensando en las generaciones futuras que merecen un mundo sin contaminación y con recursos óptimos para vivir bien. Imagínense lo que ocurriría con el planeta, si cada persona contribuyera responsablemente a detener y remediar la huella nefasta que estamos dejando.
Esta es mi experiencia con la agricultura urbana, sencillamente maravillosa, además de terapéutica, sanadora y desestresante, pues al circular por el patio y el jardín de mi casa regando mis plantas, quitando la maleza, admirando la belleza particular de cada especie, y cultivando lo que me voy a comer, me siento feliz
Ahora bien, si usted se ha motivado con la lectura de esta nota, como es la intención, y quiere sembrar algunas plantas, no necesita un patio y un jardín para hacerlo, claro que sería lo ideal, pero a falta de eso, puede recurrir a una matera, a una caneca, a botellas de plástico, y puede utilizar hasta bolsas; también puede promover un cultivo colectivo en algún espacio de su vecindario. Conozco magníficos ejemplos de comunidades, que en sus parques, practican la agricultura urbana.
¡Anímese! Y motive a otros. Nada más agradable que sembrar y cosechar nuestros propios alimentos libres de químicos y enseñarle a la familia y a nuestros hijos el valor de la naturaleza, el amor, cuidado y protección que le debemos a la Tierra, nuestro hogar.
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